viernes, 14 de febrero de 2020

Hilo Rojo II

—¡Corta el rojo! ¡Siempre es el rojo!

Lo corté.

Era el hilo rojo que me unía con el amor de mi vida. Evité una explosión.











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Cuento de Fuera de mí. Eufemismos para ciertas locuras (El Diván Negro, 2020)
Ya en preventa. Disponible en marzo.







En un punto del espacio yo te amo - María Maricela

A pesar de la distancia, la cual ya es un abismo,
ahí estamos abrazados, convertidos en un grisáceo brillante astro

Este amor perpetúa un instante del espacio
Algunos lo llaman pasado y yo lo llamo eterno
¿Quién ha de engañar al universo y de las estrellas arrebatar el brillo?

Ahí están tus ojos mirando los míos
Ahí está tu voz llamando mi nombre
Hay dos lazos plateados, danzando en vaivenes del tiempo

Y no importa si hoy estás ausente
Ausente está todo aquello que yo amo
y aun así estamos viajando…
ni dormidos ni despiertos 
¡viajando!

Mitológica - Lelia Acosta

Hoy comprendo que los Dioses, sin mayor preocupación,
Acordaron darle nombre a una bella emoción,
Cuando los cuatro juntos, después de larga reunión,
Al unísono gritaron: Amor. ¡Esa es la decisión!

Afrodita convenció a quien más tarde encontré,
Y yo, seducida por Eros, prontamente accedí,
Dejando entrar al Amor con el que siempre soñé,
A mi vida y al camino que con gusto emprendí.

Venus me perseguía, sin dejarme de mirar,
Cupido la secundaba con las flechas en costal,
Espantada yo corría en un escape brutal,
Que en desatinado paso, ¡ fui por el suelo a rodar!

Semejante encontronazo con el suelo me llevé,
Que mi mente perturbada no alcanzaba a comprender,
Lo que había sucedido, llegando a donde llegué:
A los brazos de Morfeo y pronto… ¡me desperté!

La funda - Ernestina Cortés

Creo que no fueron ni tres bocados. Cuando me di cuenta ya estaba de ti hasta el cuello. Solo me acuerdo cuando ya estabas aquí, detrás de mis ojos, ¡bien adentro!

Con tus manos en mis manos como guantes de las tuyas, con tus piernas en mis piernas, tu ser en mi ser debajo de la piel, sintiendo mi cuerpo como una funda del tuyo, con tus palabras ahogándome y respirando tu mismo aliento.

Fue muy fácil el que entraras, pero nunca pensé cómo es que ibas a salir. Ahora decidiste dejarme y no encuentro cómo sacarte, no sé cómo escupirte y no puedo dejar de sentirte; solo sé que no eres como un hijo para darte a luz, que eres el hombre al que amo y que mi funda no tiene cierre.

Cardiofagia gourmet

—Oiga, ¿cómo es el platillo Eros y Psique?
—Mire, es un corazón frito, muy caliente, pero para que no haga daño va acompañado de dos quesadillas de sesos, más conocidas como sesadillas, ya que solito puede causar malestares.
—Ah.





Hitl iztac ihupan ce chichiltic otiquinmecoti ipan nomahuan - Alfredo Ramírez

TIaco' motlahuil oniquixmat zan tlaco' oniquixmat ohue oniquitac un tlaco' ihuan xohueloniquitac nochi' tehua' motoca tlahuihli' ica motlahuil otinech-chocti ka motlatzotzonal otinechpacti motlahuil ihuan motlatzotzonal oyecoque nechpactian ihuan nech-choctian aman onazic campa naziznequia mohuan ihuan tonazitoc campa xaca huelazi' pampa umpa nochi' ohuitziohuaca' aman nochi' polihui' ipan in otli' campa nehua' nimohuitiaya' opoliuque huitzcuhte campa nomelahuaya nohui' aman nomelahuan xochime ipan in odi' ihuan nitlacza' innenepantlan xochime nohui' quiyecanan xochime ihuan huizte nocuepan xochime aman xochime iztaque ihuan chichiltique quiyecanan nohui' ihuan ninenemi' ípan inxihuío' aman motlatzotzonal quínpactia xochime íhuan xochime quinmatequia ahuixtli' ihuan motlahuil nechyecana' noxochihuan tehua' tiquimpia' ihuan moxochihuan nehua' niquimpia' aman tehua' tiquinmatequia' ica mahuix noxochihuan ihuan moxochihuan ihuan tiquimpactia ica motlahuil íhuan mocuicau ihuan tiquínmaltia' ka mahuix pampa oponiton ipan motlalhuan.


“Conocí la mitad de tu iluminar, solamente la mitad he conocido, pude apreciar esa mitad y no le pude ver completa. Tú te llamas "luz": con tu iluminación me hiciste llorar, con tu música me causaste alegría; tu iluminar y tu música llegaron, me vuelven contento y me ponen a llorar. Ahora llegué a donde quería llegar contigo. y estás llegando a donde nadie puede llegar porque ahí todo se había transformado en espinas. Ahora todo se pierde en ese camino, por donde yo caminaba; se perdieron los espinales donde se tendía mi camino. Ahora se tienden las flores en ese camino y doy pasos entre las flores. Mi camino es guiado por las flores; ahora las flores blancas y rojas guían mi camino y ando sobre sus pétalos; ahora tu música alegra a las flores y las flores son regadas por el rocío. y tu iluminar me guía. Mis flores tú las posees y tus flores yo las tengo, ahora tú las riegas con tu rocío: mis flores y tus flores. y las alegras con tu iluminar y tu canto, y las bañas con tu rocío porque han renacido por tus tierras."

Otras eras



La edad no importa, pero tiene que haber cuentas para los datos y cuentos para las experiencias. Casi cincuenta, a veces ni en cuenta pero siempre en cuento, mis años podría dividirlos en a.T. y d.T. Antes de Ti y Después de Ti.

Tiempo, la dicha inicua de perderlo, el frotis de las pieles y las palabras.

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Ver: El amor, una batalla en la época prehispánica, en El Universal, y Procreación, amor y sexo entre los mexica, de José Alcina Franch

"El libro de cabecera" de Peter Greenaway




Lecturas

En un taller sobre erotismo y arte teníamos, entre otras lecturas, Antología poética (V. Aleixandre), Las violetas son flores del deseo (A. Clavel), El coleccionista (J. Fowles), Minotauromaquia (T. Valencia), El libro de los amores ridículos (M. Kundera), Las cuarentonas (E. Ruvalcaba), Confesiones de una máscara (Y. Mishima), Fragmentos de un discurso amoroso (R. Barthes), El ombligo como centro erótico (G. Tibón),  Las edades de Lulú (A. Grandes) y El amante (M. Duras). La idea era hablar y poner en duda conceptos y prejuicios sobre lo corporal y sus representaciones, sobre imposiciones culturales en los cánones estético, sensual y sexual. Necesitamos cuestionarnos. Los cambios vertiginosos y muchas veces violentos de este siglo, nuestras mentes y cuerpos abrumados, el machismo y la cosificación, hacen necesario este diálogo sobre obras de arte que de verdad subviertan lo establecido por una cultura heteropatriarcal. A ver si este año tenemos oportunidad de platicar. El sistema ya no puede seguir así, y de estos diálogos depende un mayor entendimiento. 


Breve tratado del corazón, de Ana Clavel

Haikús - Alejandro Contreras Ramírez

Tropiezo

Piedra maldita,
Nocturna en los caminos
Del mal de amores.



Nacimiento de amor

Amor de mi corazón,
Cierro los ojos, veo los tuyos;
Manantial de nuestra alma.



Gata blanca

Camina frágil
Por el callejón. Bella,
La gata blanca.

jueves, 13 de febrero de 2020

Con ganas de más o de nada - Paulina Villasuso Villalobos

Todo era gris, todo era gris y opaco. Mentira, en realidad todo era luz, de diferentes colores, diferentes tamaños, pero definitivamente era luz. No tenía sentido, estaba perdida en medio de toda una ola de vivencia; personas iban y venían, corriendo, caminando, todas sin tiempo, a tiempo o ya tarde, hablaban o callaban, callaban más de lo que hablaban. Estoy segura de que éramos más de cien personas en una misma sala y no se escuchaban más que suaves murmullos casi imperceptibles.

Yo por mi parte veía gris, gris con destellos de luz vacía. Escuchaba gritos, todo era un caos enorme, estaba a punto de volverme loca, incluso estaba a punto de llorar. Caí al suelo a manera de autoprotección y todo se tranquilizó. Comencé a ver los verdaderos colores y a escuchar menos, me di cuenta que toda esta masa de voz y oscuridad estaba en mi cabeza. Es simpático darte cuenta de todo lo que puedes lograr ahí dentro, la cabeza es valiosa pero también hostil y si no la domas como deberías, puedes llegar a perderla.

Estaba sentada mirando al frente, cautiva por lo que veían mis ojos: cuatro músicos tocando al unísono una batería, un violonchelo, un piano y un saxofón.

¿Cómo es un hombre cuando le hace el amor a una mujer? Todo comienza unas horas antes, un poco de coqueteo y calentamiento de motores, él dice unas palabras bonitas y la otra apenas suspira, es casi inapreciable, pero sin este paso el sexo nunca llegaría. Después llega el momento, el hombre toma en sus brazos a su compañera y empieza a besarle la boca con delicadeza y con deseo. Los besos se vuelven más profundos, pasionales, pasan al cuello lentamente formando una línea casi recta y luego curva que llega hasta el pecho, esto se repite con diferente intensidad. Las ropas se sacan o se arrancan, lenta o muy rápidamente, todo depende del momento y la necesidad que se tenga. Ya desnudos, ambos cuerpos se aprietan y se agarran fuerte de todos lados, las nalgas, la espalda, la cara y hasta las piernas formando una conexión única e inexplicable, ninguno se suelta. Cambian de posición y recorren los besos por todo el cuerpo, comienzan a acariciar, besar, chupar y tocar cada centímetro del otro. Todo un mar de sentimientos y sensaciones que crean una armonía perfecta. El fin está cerca y es ahí cuando ambos cuerpos se inducen uno a otro, la penetración es lo que lleva a ambos al punto máximo para después, ya cansados, con ganas de más o de nada, con la respiración alterada y el corazón vibrante, encontrar en la ajena figura una paz que satisface cualquier necesidad, aunque sea por unos segundos.

No supongo que sea así de literal, pero para verlo desde un punto meramente romántico y para poder hacer la comparación, me complace pensar que así es como pasa este acto. Pasó lo mismo con aquellos intérpretes. Todo comenzó momentos antes, estoy segura, los músicos tuvieron que calentar un poco y ver que todos sus instrumentos estuvieran dispuestos para la función. Luego se abre el telón o se sube al escenario, o tal vez sólo se da orden de comenzar, ahí es cuando el sinfónico y su herramienta concertista dan inicio y la melodía sale, primero de manera lenta y pasional, luego con notas más profundas. El hombre comienza a pasar sus manos por todo el instrumento y lo desviste de a poco, este a su vez, logra lo mismo con su dueño y una vez que los dos están desnudos comienza esa conexión inexplicable que mantiene una fluencia inaudita que permite una armonía perfecta. El final se acerca y es ahí donde quien toca logra penetrar completamente a su instrumento y lo llena de sonidos impecables y asombrosos que desembocan en un remate placentero que da pie a los aplausos y las felicitaciones por el derroche de sentimiento en una obra maestra acabada de interpretar. En ese momento llega el cansancio, quedan las ganas de más o de nada y la paz invade sus cuerpos satisfechos.

Dos poemas de Samantha Torres

Infinito
El amor infinito de vela llameante,
el infinito, el infinito
de tus ojos de cristal.

Boca de mimbre,
flores que no expresas,
miradas que jamás te cuento.

Un ave sin tono,
sólo lágrimas, sólo cristal
vertiente de cosas no dichas.

El pabilo se consume
a la par nuestra,
pero es infinito, el amor lo es.


Déjame
Liberemos de golpe al ave
que ya no trina, que ya no come,
llévate el frío que lo mata,
que nos hiere.

Cruel solsticio que no hizo más
que llevarse las pocas plumas
de la que fue ave del paraíso,
hoy triste quetzal.

Adiós mi triste avecilla,
adiós a los colores que de ti emanaron,
porque de ti vivimos, de ti respiramos
tantos días espléndidos
que solo la memoria guardará,
espero la libertad cure los ligamentos
rotos de tus alas y los míos y los tuyos.

El día que no estés - Zamuel Hernández


Si había alguna justicia en el mundo, si el dios perro tenía alguna 
influencia sobre lo que ocurría a sus criaturas, entonces el mejor 
amigo del hombre se quedaría junto al hombre después de que ese 
hombre y ese mejor amigo hubieran estirado los dos la pata.
Paul Auster

el día que no estés será un penar
seremos la noche y una larga meditación
las horas caninas serán de un inconsolable duelo 

y, al amanecer, serás mi melancolía azul

auguro que las escrituras volverán a ser violentas 
trágicas y sin remedio
agonizantes y temblorosas
serás la muerte digna de mi infinito dolor

el día que no estés seré el anfitrión de un carnaval de la locura 
recordaré orgullosamente tu compañía
leal como las bestias que cuidan el Infierno
guardián de los días en que el espanto clamaba mi espíritu


derramaré cerveza...
será sobre la urna de tus cenizas esperando que vuelvas 
perlas de mezcal podrían ser un buen analgésico
con fumarolas blancas podría conjurarte


el día que no estés todo será la propia lejanía
seré vulnerable de los muertos que trepan mi cuerpo 

los gritos enmudecidos no tendrán eco
moribunda y triste despedida será el día que no estés 





Desesperanza - María Garay López

¡Cuántas cosas quedaron prendidas
hasta dentro del fondo de mi alma
¡Cuántas luces dejaste encendidas
Yo no sé cómo voy a apagarlas…
José Afredo Jiménez

Va caminando a toda prisa por ese peligroso callejón. Debe llegar al parador del autobús urbano antes de las cinco de la mañana. Aún está muy obscuro. El viento helado le golpea el rostro y entumece sus brazos. Por las prisas sólo ha alcanzado a ponerse un ligero chal encima. Aprieta contra su pecho un pequeño monedero; con la otra mano sujeta una bolsa de plástico, con algo del desayuno que dejó preparado para sus tres hijos antes de salir de casa.

En el autobús ha buscado el lugar más alejado de la puerta de acceso; evade la conversación con esos pasajeros que pretenden acortar el camino dialogando. Recuesta la cabeza en el asiento y cierra los ojos. Hace poco más de un mes, el largo trayecto hasta su centro de trabajo le permitía adormilarse un poco; ahora no lo consigue. Su mente es como un caballo desbocado; quisiera detenerla y sosegarse pero no cesa de repetirse las mismas preguntas. ¿Por qué no se dio cuenta de lo que estaba pasando?

Tal vez no puso demasiado empeño en su vida sexual; para los hombres, eso es muy importante. Pero su jornada diaria, desde las cuatro de la mañana hasta las nueve o diez de la noche, la tenía agotada para cuando él la requería; últimamente tenían relaciones de manera muy esporádica. Esas llamadas por teléfono a deshoras y sus llegadas tarde tendrían que haberla puesto sobre aviso. Había sido demasiado ingenua y confiada.

Con seguridad su madre y hermanas le manifestarían su apoyo, pero le falta fuerza para enfrentarlas; tiene miedo de su violencia verbal. Lástima que ella no es así. Cómo desearía gritar lo que se ha guardado solo para sí misma: su tremendo dolor y la sensación de profundo abandono.

Confía en que Pedro no se canse de la responsabilidad que le ha encomendado; como la mayoría de los adolescentes, tiene muchas dudas e inquietudes. Además, el cambio de rutina familiar lo tiene envuelto en un torbellino de emociones. Atender a sus hermanos menores ha sido difícil para él, especialmente con su hermana pequeña.

Siempre había considerado su empleo como una ocupación temporal; en cualquier momento renunciaría para dedicarse sólo a su familia. Ahora da gracias a Dios de no haberlo hecho. Además del sueldo que semanalmente recibe, la extensa jornada laboral le ayuda a distraerse.

De sus compañeras de trabajo ha escuchado tantas historias similares a la suya que casi está por creer aquello que le repetía su abuela, cuando de pequeña la visitaba en el rancho: “mija, váyalo entendiendo, la mujer nació para sufrir”.

Sin apenas darse cuenta, ha llegado a su destino. Baja del autobús, y con lasitud, entra al edificio. Haciendo acopio de tolerancia, dirige un breve saludo e insinuada sonrisa al guardia de la entrada. Se encamina al almacén, donde el personal de intendencia guarda sus implementos de trabajo. Aún no ha llegado nadie. Mejor, piensa. Decide que lo más conveniente es empezar cuanto antes su labor. Al fin y al cabo, la vida continúa.

Amistad - Alejandro Ochoa

Aristóteles clasificó la amistad en tres tipos: de utilidad, accidental o placentera y amistad de lo bueno.

Hace muchos años un tío me comentó que los hermanos te tocan, no los eliges y habrá que aceptarlos como son. Los compañeros de trabajo, igualmente, te tocan, no lo puedes elegir, a menos que seas el jefe. Pero los amigos son tu elección, por eso tocan nuestro corazón siempre.

Nosotros debemos aprender algunas cosas de las distinciones de Aristóteles acerca del primer tipo, y no confundir amigos con amistades temporales o de trabajo. Aquí, como diría el gran filósofo, el principio es la utilidad, ambos o al menos uno recibe un beneficio. Cuando se termina el beneficio se termina la amistad o se deshace y es más común este tipo en la edad adulta.

En el caso de amistades temporales basadas en las sensaciones, tenemos como producto el placer. Este puede ser de carácter sexual, de gustos, de compañía, de disfrute del deporte, en fin cualquier sensación en común. Estas amistades se terminan con la madurez o cuando se cambian de aficiones. Son limitadas en tiempo y las condicionan insumos o materiales.

La amistad de lo bueno, como decía el gran pensador, se basa en la apreciación de lo bueno y virtuoso de la vida, no saca provecho, es empática, trasciende el tiempo. Es necesario también las sensaciones pero solo para aumentar el disfrute de la compañía, o saborear el sonido de sus palabras, o simplemente disfrutar de pensar igual.

Volviendo a las personas con quienes trabajamos, los parientes o nuestras amistades, serán amados aquellos que trasciendan las sensaciones, sean empáticos, sean tolerantes, no pidan a cambio nada y nos vean como su “pan de todos los días”. Al igual que ellos deberemos de hacer lo mismo para poder tener una amistad de la buena.

Un Rayo de Luz - Faustino Chang Luna

Siempre hay algo de locura en el amor, 
pero también hay siempre una cierta razón en la locura.
F. Nietzsche

Tengo un tenue recuerdo de cuando mi madre fue a dejarme a la escuela al ingresar a primer año de secundaria. Me levantó muy temprano y me ordenó: “metete a bañar y lávate las orejas, la muda de ropa limpia esta en tu cama, también lustra tus zapatos, cuando salgas vienes para que te peine y ponerte un poco de loción, tienes que ir muy presentable”

Salimos de la casa y, como lo hacía siempre, le tomé su mano, eso me daba mucha confianza no importa donde fuera, con ella me sentía seguro. Caminamos unas cuantas cuadras y pronto estuvimos en las puertas de la escuela. Vi muchos jóvenes y niños en la canchas, jugaban, corrían, se escuchaban ruidos como de enjambre. Noté que no todos iban acompañados y yo iba con mi madre Serafina. Conocía de mis temores a quedarme solo, y a otras cosas, así que me dijo: “vas a tener muchos amigos con quienes jugar y estudiar". Esas palabras no me animaban, escuchaba sus palabras muy lejanas. Mi mano aferrada como garra a la de mi madre. Vi que hablaba con la maestra, no sé cuánto le decía pero al último escuché: “no se preocupe, lo vamos a cuidar, se va integrar bien con sus compañeros".

Cuando al fin se desprendió de mi mano, mi madre me dijo: “no temas, vas estar bien”.

Fue un comienzo de dudas, de miedos e incertidumbre. La maestra, con una lista en la mano, me invitó: “pasa y siéntate”,  señalando un banco. Me senté. Escuchaba burlas y cuchicheos de los compañeros, lo atribuía a la presencia de mi madre, nos les hice mucho caso, yo estaba más asustado por mis miedos. Más tarde la maestra inicio a pasar lista, cuando escuche Octavio respondí con “presente, maestra”, alzando la mano.

A partir de ese día, el tiempo se deslizó muy rápido, y sin notarlo contaba ya con dos amigos, Nacho y Toño, quienes me acompañarían durante los siguientes tres años, unidos por el gusto de rodar en bicicleta, salir a las carreteras, por la música y conocer lugares. Un mes después ya llevaba mi bicicleta a la escuela, aunque mis amigos decían que era de panadero. A la salida nos juntábamos los tres y agarrábamos cualquier rumbo, el caso era pedalear.

Cierta mañana, durante el recreo, sentado en una banca miraba a los compañeros jugar un partido de basquetbol. Casi no me invitaban porque me veían muy chaparro, tal vez así era, yo solamente los animaba con muchos gritos de ¡vamos, vamos! 

Una casualidad que estaba próxima e iba a marcar muchas cosas para mí en un futuro cercano. Llegó sin avisar, tomó asiento junto a mí y preguntó: "¿por qué no juegas?" La que me hablaba era una compañera de otro salón, comenzamos a platicar de quién iba a ganar el partido y por qué yo no jugaba. No nos pusimos de acuerdo y ahí la dejamos, le pregunté su nombre y ella me contestó: Rayito de la Luz Hernández Trigo. Su nombre se me hizo muy largo, luego me aclaró: “todos me dicen Luz”.

Ese encuentro dio inicio a una relación muy significativa para mí. En ese tiempo nada más existían mis amigos y la bicicleta, en eso consistía mi mundo, tiempo después ese mundo se derrumbó como castillos de arena. 

A la salida de la escuela casi siempre buscaba a mis amigos. Algunas veces, Nacho nos invitaba a su casa, a escuchar música, ahí conocí un instrumento llamado piano de cola, me pareció inmenso, de un color negro lustroso. Le preguntamos si sabía tocar, él no contestó, solo arrimó un taburete, alzó la tapa y por primera vez escuché una melodía en un piano, nunca se me olvidó, a las primeras notas nos dijo. “Se llama Para Eliza, la compuso un tal Beethoven”. Después tocó otras, entre ellas Nataly, "ésta es rusa. Me enamoré de Eliza y también de Nataly, no las había escuchado en la radio ni en otro medio. Se hizo costumbre llegar a su casa a escuchar el sonido del piano, en ocasiones nos decía "par de ignorantes". Esos comentarios para nosotros, ni en cuenta.

Sucedió que una tarde al salir de la escuela, en espera de mis amigos, se me acerco Luz con su mirada luminosa llena de promesas. Me sentí como un insecto ante su presencia tan segura y confiada. Se apoderó de los manubrios de mi bicicleta y me dijo “acompáñame a mi casa “. En eso alcancé a oír “Tavo, apúrate, te estamos esperando”, gritaban mis amigos, y yo en una encrucijada, la cuerda tiraba de un extremo a otro y yo en medio. Su presencia llena de luz inclinó la balanza. “Vamos, pues". Comenzamos a caminar, con un sol de verano y el viento cálido, después de una cuadras le indiqué “trépate a los diablos". Así lo hizo y empecé a pedalear. Me sentía muy ligero, como si no llevara nada, ella hablaba y hablaba no sé de qué, nada más sentía sus manos aferradas a mis hombros, se interrumpía solo para indicarme a dónde ir. Cuadras después llegamos a las puertas de su casa, me dio las gracias y me mandó un saludo con la mano.

Yo me quedé viendo como la recibían, me di vuelta y empecé a rodar. Me sentía como una pluma, como flotando. Llegué a mi casa muy contento, tomé un vaso de agua para calmar la sed que traía, pero mi madre luego luego notó que su hijo estaba diferente. “¿Qué te pasó, por qué vienes así?” Le contesté que había conocido a una compañera y la había llevado a su casa. "¿Cómo se llama? ¿Adónde vive?". Le dije se llama así y asado, luego preguntó por mis amigos. No le supe responder, y ella se me acercó y me abrazó muy fuerte. Le pregunté por qué y ella respondió: "Con el tiempo lo sabrás”.

Me olvidé de mis amigos, de cazar lagartijas, de ir a nadar, de muchas cosas que compartíamos. Yo nada más pensaba en la hora de la salida para verla, y la veía salir con el pelo enmarañado, sudando y sus tobilleras caídas. Ella jugaba a los “encantados”, le gustaba correr.

En el camino a su casa a veces nos desviábamos al centro, a saborear un helado, ella pedía de leche quemada con tuna, otras veces con paso lento íbamos a un parque muy arbolado, con una gran fuente que aventaba un gran chorro, a mi gustaba escuchar el ruido del agua, caía en una gran roca que salpicaba en forma de flor, y cuando soplaba el viento bañaba en forma de rocío. A veces terminamos bien mojados, en ese lugar pasábamos largos ratos sin hablar, ella a veces se quedaba pensativa, viendo la caída del chorro de agua golpeando la roca, ahí me confesó que su familia preparaba un viaje a la capital, no sabía para cuándo y ya no hablo más del asunto ni yo lo pregunte. En una ocasión al salir de la escuela me pidió que la llevara en el Cuadro, le aclaré que iba ser más incómodo. “No importa”. En esa forma la tenía muy cerca, casi la abrazaba, su pelo rojizo volaba al viento y decía dale. La cercanía provocó que cuando giraba la cabeza surgieron los primeros besos, inconscientes y conscientes, ella reía de la situación y yo la secundaba.

Las clases terminarían a mediados de diciembre. Ya era noviembre y la relación con Luz transcurría sin cambios, cuando no la veía y cuando la veía mi corazón se comportaba como un caballo desbocado con relinchos y galopes. A veces sentía que la gente a mi alrededor escuchaba esos sonidos, no sé si ella sentía lo mismo, pero eso no me importaba.

Una tarde a mediados de diciembre, antes de salir de vacaciones, paseábamos a pie por el centro, porque la bicicleta estaba en reparación. La tomé de la mano y caminamos sin prisa, no quiso su helado, solamente quería caminar. Así dimos varias vueltas, luego nos sentamos viendo pasar a la gente. Me di cuenta de su silencio, habitualmente ella hablaba y hablaba, sacaba conversación de cualquier cosa, a todo le encontraba sentido yo nada más asentía, porque pasaba de una cosa a otra, pero en esta ocasión sí tenía algo que decirme. Mencionó un viaje con su familia, que ya tenía fecha de salida, y sin más expresó: “ tengo algo para ti”. Sacó una pequeña libreta. "Son pensamientos personales que están acumuladas ahí, también te quiero pedir que la cuides hasta mi regreso, y guarda también algunas líneas para ti".

Se desprendió de mi mano y se levantó de la banca, me dio un beso diferente a los que acostumbraba, me abrazó. Me vio unos segundos y sonriendo se despidió. Las últimas palabras que escuché de ella fueron: "Nos vemos". 

Ya no me dio tiempo de decirle nada, pensé que la vería en unos días pero no fue así. Ya no regresó a la escuela. Pregunté a sus amigas si la habían visto o si tenían noticias de ella, una de ellas me dijo que se habían mudado a la capital y que no volverían.

En enero iniciaron las clases. Guarde la esperanza de volverla a ver, pero pasaron los días y ya no volvió. Me refugie en mis amigos como si nada hubiera pasado. Conocí nuevos compañeros. 

Para ese tiempo me había alargado un poco, no mucho, pero me sentía bien.

De cuando en cuando me acuerdo de la libreta que me dio a guardar. Con ese hecho, ya no siento tanto esa pérdida, esa tristeza de no volverla a ver, pero sí me dejo algo: un rayo de luz enterrado en mi corazón.

Hasta aquí la historia. Nada más falta leer un poema, escrito en esa libreta, el que ella mencionó que era para mí: “Te lo diré bajito, justo al lado del oído, para que nadie escuche, lo mucho que te quiero”.

Cuántas palabras quedaron mudas y cuántas por decir, eso es por mi parte.

Tranquilo


Alcancía

Retirado, sin fondo de ahorro,
pongo una moneda de vez en cuando.



miércoles, 12 de febrero de 2020

De la libertad al encierro - Pablo Serrano


Lo que el amor es - Virginia Haro

Laura solía asistir a un taller de lectura, por lo tanto ocasionalmente llevaba tarea a casa. Esta vez tendría que definir en una cuartilla la palabra amor.

Su vida era así: gran paciencia y devoción para atender y educar a sus dos niñas. No era raro qué las hijas recibieron felicitaciones por parte de sus maestros y familiares. De su marido ni qué dudar, para él eran su coquetería y su tiempo (lo más escaso el día de hoy). Lo escuchaba, lo acompañaba en sus diferentes estados de ánimo y hasta lo educaba (siempre será necesario). Sus vecinos, aunque fuera de vez en cuando, le reconocían su buena disposición.

Aquel martes por la tarde llegó el jefe de familia y le preguntó por su clase de lectura. Dio justo en el clavo. Con triste expresión, Laura contestó: "no he podido con la tarea. La maestra pidió un ensayo sobre lo que es el amor y yo no encuentro las palabras". El marido, sonriendo, la tomó por la cintura, la condujo frente al espejo y le dijo: "¿no lo ves? ¡si es obvio!" Ella fingió comprender.

Él tomó su computadora y en una hoja escribió:

Del Diccionario Enciclopédico Bruguera:

-- amor. m. afecto por el cual el ánimo busca el bien y apetece gozarlo. 2. Pasión que atrae un sexo hacia el otro. 3. Persona amada. 4. Esmero con que se trabaja una obra deleitándose en ella. p l. Relaciones amorosas. Objeto de cariño especial para alguno.

— amor o Cupido. mit. dios Romano hijo de Venus que en la mitología griega corresponde al dios Eros hijo de Afrodita.

-- de" El padrino" el rayo de Michael Corleone Apollonia".

–- El regreso del Principito con la rosa.

— la pasión de ultratumba de Don Juan y Doña Inés.

-- los desvelos de Don Quijote por Dulcinea.

Estimada maestra Me permito esta intromisión para completar la tarea de mi esposa "lo que el amor es". Laura y yo nos casamos hace 12 años y con suficiente autoridad afirmo Laura es el amor.

Enseguida dobló la hoja, la doblò colocándola en un folder. "Sin leerla, entregas tu tarea" le dijo su marido a Laura. Ella con su mirada que creaba aquella atmósfera tan cálida dijo: "está bien, marido".

De esta manera Laura cumplió. Su maestra después de leerla le dio un gran abrazo.

Historias de mercado: ¡Ah, qué bellos lentes! - Avach Mora

Me siento en la taza del baño y comienzo a meditar sobre el sentido de la vida, un sentido tan aburrido como las clases en la universidad; anatomía mental y seamos unos trastornados, sí, en estos momentos recuerdo lo divertido y peligroso que es caminar por el mercado, lleno de gente, de borrachos, de músicos, de las típicas marchantas y cualquier cosa que se pueda imaginar uno. Lo peligroso es intentar comprar algo, pues al escuchar las ofertas de los vendedores, la gente se arremolina sobre los locales, arrastrando y llevando a su paso lo que sea; tremendo olor a culo y axilas se transpira en este lugar. En una ocasión tardé más de dos horas en salir, pues había sido arrastrado hasta la zona de flores y yerbas para la brujería y así estuve un rato, escuchando las “bondades y malicias de aquellas plantas de caño”. Desde ahí siempre cargo conmigo una lista de lo que tengo que comprar y un gran mapa con todas las salidas del mercado. 

En este momento fue interrumpido por varias voces que venían desde afuera: ¡Qué chingaos haces ahí dentro!, gritaron al tiempo que pateaban la puerta. ¡Tengo diarrea!, gritó el joven, al unísono de sus gritos estomacales, arañando las paredes de metal que tenían de todo tipo de pintas, como amenazas, declaratorias amorosas o sexuales, formidables textos del mundo del arrabal. Finalmente, al salir del baño vio que una gran fila de gente esperaba para entrar, señoras, señores y niños, todos por igual miraban al joven con un aire de molestia. La filosofía de la vida debería ser corta, como el usar el baño público, concluyó el joven.

Luego se internó en el mercado, buscando algunas botellas de mezcal, cigarrillos y algo de comer. Cuando hubo pasado entre los locales de las carnicerías, vio algo que llamó su atención: una muchacha que hacía rato miraba al joven sin decir nada. Parecía simpática, vestía una blusa blanca pegada a su cuerpo, de encaje fino que bordeaba su esbelta figura, una corta falda azul de mezclilla que se meneaba de un lado a otro en esas caderas; tenía un buen culo y una provocativa mirada, una mirada cubierta por unos lentes, en los que el joven había fijado su atención; pronto interpretó la mirada de la chica como una provocación y se imaginó besándola y tocando la plástica textura de sus lentes, para luego quitárselos y deslizarlos por todo su cuerpo; a decir verdad si uno hubiera podido contemplar la cara y el cuerpo del joven en esos momentos, encontraríamos la descripción perfecta de la perversidad; sus ojos casi salían de sus órbitas y su boca babeaba como el rugir de un motor.

¡Oh! ¿A dónde pudo haber ido? Se preguntó el joven, que embebido en sus babeantes sueños, perdió de vista aquella mujer. Corrió por los pasillos como un verdadero loco, mirando a todas las mujeres que se pudieran parecer a la que había visto. Pero no podía recordar nada más que sus lentes. Tuvo suerte. Después de recorrer todos los pasillos encontró algo. No era la chica, eran sus lentes, de eso estaba seguro. Los recogió, los observó, los olió y por último se miró en el reflejo que producían, un hermoso reflejo, con el cual comenzó a imaginarse que estaba a la orilla del río, sentado con la chica, con sus botellas de mezcal a medio acabarse y los dos fumando. Podría incluso mojar su mano en aquella agua azul y luego tocar el cuerpo de la chica, podría leerle algo romántico o erótico y creer en un desenlace feliz. 

Así, estaba tan enajenado cuando de improviso sintió un gran peso sobre su espalda y… cayó al suelo, soltando sus compras, pero no los lentes. Al intentar levantarse un porrazo en la cabeza lo devolvió al suelo.

Es él, dijo la voz rasposa y gastada de una anciana. Tiene la evidencia en sus manos, agregó un policía. Denme sus botellas de mezcal, gritó un borracho que presenciaba la escena. ¡No! ¡No! ¡Esperen! ¿Qué putas pasa?, contestó el joven a todas esas voces. Ahora si se pudo incorporar y voltearse. La anciana, quien miraba al joven enconadamente, comenzó a decir que mientras estaba haciendo sus compras, este cabrón (así lo dijo ella) había robado sus lentes de su bolsa que estaba en el suelo junto a ella y después huyó a toda velocidad.

Algo en su defensa quiso decir el joven, pero al sentir la presión en sus manos de las esposas que el policía le colocaba, prefirió callarse.

Estuvo algunos días en la barandilla, triste por haber perdido aquellos lentes que creyó eran de la hermosa chica y que también creyó había encontrado en el suelo.

Caja - Verónica Elías


Crimentales amorosos

En Pulso, la columna Crimentales se ha dedicado a Eros
en 2019
y en 2020



Conjuro

Bienvenidos



Eros se exilió en el semidesierto, entre yucas y cactáceas.
Venus prefirió la Huasteca, exuberante.
Amos siguen trenzando historias, de las tantas que suceden en este estado
donde, aparentemente, nada pasa.
Aquí, algunas miradas.