jueves, 13 de febrero de 2020

Amistad - Alejandro Ochoa

Aristóteles clasificó la amistad en tres tipos: de utilidad, accidental o placentera y amistad de lo bueno.

Hace muchos años un tío me comentó que los hermanos te tocan, no los eliges y habrá que aceptarlos como son. Los compañeros de trabajo, igualmente, te tocan, no lo puedes elegir, a menos que seas el jefe. Pero los amigos son tu elección, por eso tocan nuestro corazón siempre.

Nosotros debemos aprender algunas cosas de las distinciones de Aristóteles acerca del primer tipo, y no confundir amigos con amistades temporales o de trabajo. Aquí, como diría el gran filósofo, el principio es la utilidad, ambos o al menos uno recibe un beneficio. Cuando se termina el beneficio se termina la amistad o se deshace y es más común este tipo en la edad adulta.

En el caso de amistades temporales basadas en las sensaciones, tenemos como producto el placer. Este puede ser de carácter sexual, de gustos, de compañía, de disfrute del deporte, en fin cualquier sensación en común. Estas amistades se terminan con la madurez o cuando se cambian de aficiones. Son limitadas en tiempo y las condicionan insumos o materiales.

La amistad de lo bueno, como decía el gran pensador, se basa en la apreciación de lo bueno y virtuoso de la vida, no saca provecho, es empática, trasciende el tiempo. Es necesario también las sensaciones pero solo para aumentar el disfrute de la compañía, o saborear el sonido de sus palabras, o simplemente disfrutar de pensar igual.

Volviendo a las personas con quienes trabajamos, los parientes o nuestras amistades, serán amados aquellos que trasciendan las sensaciones, sean empáticos, sean tolerantes, no pidan a cambio nada y nos vean como su “pan de todos los días”. Al igual que ellos deberemos de hacer lo mismo para poder tener una amistad de la buena.

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