martes, 14 de febrero de 2023

Historias de secundaria para chavos de prepa - Marco Serna

Martha, Mariano y Palomares

El primer día en la secundaria nomás nos presentamos entre compañeros y profesores, por eso tuvimos tiempo de sobra para conocer la escuela, responder “chismógrafos” y jugar básquetbol.

El primer partido con los nuevos compañeros no lo tengo tan presente como ese volado entre líderes al armar equipo. De entre un grupo de diez ya se había elegido a los mejores para esa cascarita de baloncesto, y al final solo sobrábamos otro y yo.

—Vente tú con nosotros, porque ese güey se ve muy pendejo —dijo Palomares, sin dejar otra opción al contrario que meterme a su equipo. 

Esa expresión sembró en mí una inquietud, porque además de haberme llamado la atención el basquetbol, con la práctica diaria pondría en su lugar a quien usó un calificativo que, aunque era verdad, me resultó inaceptable.

Mariano y Palomares eran compañeros del mismo salón. Yo estaba en el grupo A, junto al de ellos que era el B, cerca de la cancha de básquetbol. Aprovechando los minutos entre cada clase nos salíamos a tirar y por eso nos hicimos buenos amigos.

El interés por aprender pronto se convirtió en obsesión. Al salir de la escuela, como a la una y media, regresaba a la casa a comer, y para las cuatro ya estaba en la cancha. Todos los días me la pasaba jugando hasta que oscurecía y pronto mi progreso empezó a verse.

El primer revés lo sentí cuando no quedé entre el seleccionado de la secundaria. Los que sabían que el básquetbol se había convertido en mi pasión llegaron a burlarse. Me decían cosas como “ja, ja, no te vayas a suicidar” y expresiones similares. Por fortuna ese día me distraje con una cápsula del tiempo que fue depositada junto al asta de la bandera por el XXV aniversario de la secundaria. El objeto sería desenterrado cuando la escuela cumpliese cincuenta años.

Al siguiente día me sentí motivado. Continúe con el entrenamiento y en segundo año fui seleccionado, aunque no dentro del cuadro titular como sí pasó con Mariano y Palomares. Por lo pronto la directiva había organizado torneos internos. Se trataba de un torneo entre salones, donde los del grupo A nos quedamos con el tercer lugar, pues no pudimos superar al equipo del B, donde estaban Mariano y Palomares, que se coronaron campeones.

Hasta el tercer grado pude estar como alero en la selección de la secundaria. Mariano era escolta y Palomares pivote. Como nunca dejamos de practicar fuimos la mejor combinación.

No todo era juego. Siempre fui responsable con las tareas y me sentía contento con mi Walkman Sony, oyendo canciones de Los Enanitos Verdes, Caifanes y Soda Estéreo.

A Palomares todo lo de la escuela le valía, pero le ayudaba a su papá arreglando bicicletas. Por su parte, Mariano siempre anduvo de enamorado. Con Martha, su compañera de clase, duró tres meses. Desconozco detalles, pero decidió cortarla justo cuando los tres fuimos llamados a ser parte de la selección municipal. Participaríamos en un encuentro estatal de secundarias y solo teníamos dos meses para entrenar.

A Mariano lo recuerdo con su técnica inigualable para impedir que le robaran el balón, y Palomares —el más alto y fornido del grupo—, solo esperaba a que le llegara la pelota para marcar puntajes a favor desde distancia, o bien, nos protegía de tapones, dando oportunidad a que tanto Mariano como yo tuviéramos libertad para tirar a lo seguro. El entrenador sabía que nuestra tercia era la base del equipo y las expectativas eran buenas.

Pasaron dos semanas cuando en uno de mis entrenamientos diarios miré de lejos a Palomares. Venía tomado de la mano con Martha y ambos me saludaron. A la ex de Mariano la miraba diario en el grupo B. Nunca le dirigí la palabra, pero siempre me saludaba sonriente. Además, acudía a los entrenamientos, primero con Mariano, luego con Palomares, y era clara su emoción al vernos practicar.

Cuando anduvo con Mariano se sentaba en la fila que estaba entre él y Palomares y no faltaban los apapachos en los recesos. Yo me di cuenta porque iba a buscarlos para alguna cascarita, pero cuando se hizo novia del último la distancia fue inmediata.

La indiferencia no solo ocurrió en el salón de clases. Durante los entrenamientos se perdió la comunicación entre ellos. Para colmo Palomares en poco tiempo aumentó de peso y se volvió torpe. Se miraba más interesado por su nuevo amor que por el basquetbol.

En total fuimos diez seleccionados para representar al municipio. En una reunión el entrenador llamó al frente a Palomares y a Mariano. Tal vez desconociendo el tema los cuestionó sobre la frialdad que ambos mostraban, pues en las jugadas Palomares no daba el balón a Mariano, o viceversa, y de no ser porque yo servía de conexión, no se habrían concretado las jugadas más simples.

Durante la reunión Mariano se notó a disgusto. Reclamó a Palomares por el comentario de que "le había dado baje con Martha".

—Que te quede claro, el que la cortó fui yo, güey —gritó Mariano en tono amenazante y empujando a Palomares. Este lo miraba hacia abajo como esperando el momento para darle un golpe. El entrenador intervino.

—Las cosas personales se acaban al pisar la cancha, en el juego se tienen que hablar —dijo el profe, pero mis mejores amigos hicieron como si no escucharan.

Llegó el día. En el camión solo estábamos nueve jugadores. Faltaba Palomares, el más alto del equipo. Alguien lo fue a buscar hasta su casa, pues estábamos por partir.

—No salió nadie —dijo Francisco, y nos fuimos sin él.

En el camino, mientras miraba con desinterés los Air Jordan que me había regalado mamá para el torneo, pensé que mis tres años ininterrumpidos de entrenamiento no serían bastante para conseguir un buen lugar. Quise ser optimista al creer que mis jugadas a dúo con Mariano podrían servir, pero regresamos con un triunfo y dos derrotas que nos colocaron en el cuarto lugar. Mariano se notaba desesperado ante la peor racha de su vida. Yo jamás había encestado más que él y la diferencia fue mucha. No sé si padecía mal de amores o si sentía herido su orgullo.

Al volver me sumí en depresión. Dejé de entrenar tres semanas. No quería saber más del básquetbol y guardé en una bolsa de basura el uniforme, los tenis y mi Walkman. Por un tiempo me refugié en las maquinitas.

Palomares ya no volvió a la escuela. Durante la graduación me despedí de Mariano y de sus compañeros del grupo B entre saludos y abrazos. Yo comencé a estudiar la preparatoria y no volví a verlos. Luego decidí ser abogado.



Un día recibí un mensaje de Martha. En un chat me explicaba que estaba triste debido a la muerte de su papá. Había llegado al pueblo para el sepelio y tenía ganas de saludarme. Me di tiempo para acudir al velorio, al que llegué casi a la medianoche.

Ahí estaba, como cuando éramos adolescentes. La abracé y hablamos sobre su padre. Después le pregunté por Palomares.

—Fíjate que terminando la secundaria nos casamos. Tenemos un hijo. Míralos, ahí vienen, fueron a comprar unas cosas a la tienda.

Palomares tampoco se notaba distinto, a no ser por el aumento de su barriga. El hijo me saludó amable.

Durante la noche los tres recordamos buenos momentos. Claro que por cuestiones obvias no tocamos el nombre de Mariano ni situaciones del básquetbol.

Me fui cerca de las tres de la madrugada. En el camino pensé que con aquella derrota estatal no solo perdí el campeonato. Se truncaron mis aspiraciones deportivas. Durante muchos años culpé de mi condición a Palomares, luego a Martha y después a Mariano. No descarto que el inicio del romance entre ellos haya sido una venganza porque Mariano la terminó, aunque Palomares siempre presumió el logro como una conquista personal.




A inicios de año una compañera de generación me llamó para platicarme que, ahora en el cincuenta aniversario de la secundaria, desenterraron la cápsula del tiempo, y que entre las cosas que propusimos los del grupo A estaba la cinta debut de Los Enanitos Verdes.

—Es que a mí me gusta mucho la canción que se llama Aún sigo cantando, y viene en ese casete, todo el salón tarareábamos otras rolas de ellos, como La muralla verde —dijo con voz entrecortada.

—¿Te acuerdas que el primer día de clases lo que hicimos fue contestar varios chismógrafos?

—Sí, lo recuerdo.

—Y a que no adivinas quién le gustaba a Martha antes de que anduviera con el Mariano.

—¿Quién?

—Tú, mensito —dijo la Mary entre carcajadas.

No le habría creído, pero me envió una captura de pantalla con la respuesta de Martha. Según eso, durante el evento se les permitió revisar objetos y cosas, entre ellos la libreta que había sido creada para enterarnos de chismes entre compañeros. Ahí, la Mary se dio cuenta de que con letras mayúsculas y remarcadas con rojo, Martha puso mi nombre como respuesta a la pregunta ¿Quién te gusta?

Mary también me dijo que Palomares y Martha se habían divorciado.

Después recibí un mensaje desde un perfil que no tiene foto. Era Mariano. Me comentó que estuvo en los Estados Unidos. Al volver tuvo de nuevo una relación de noviazgo con Martha, quien se contactó con él gracias a Facebook, pero a los dos años terminaron por un pleito en el que intentó arrollarlo con una camioneta.

—¡Está reloca! —dijo.

Luego me llegó otro mensaje de Martha. Me preguntó por la ubicación de mi oficina porque estaba interesada en una consulta jurídica.

—En la secundaria yo siempre quería platicar contigo, pero a ti solo te interesaba el básquet.

Me sorprendió su comentario. Aunque es una mujer guapa, no habría tenido valor de andar con la ex de uno de mis mejores amigos. De cualquier forma la cité para esta segunda semana de febrero.




Anoche soñé con aquella derrota deportiva. Ya no tengo edad para rolar la pelota, pero creo que mientras nuestro equipo perdió el campeonato, Palomares renunció a todo para ganar una familia, y lo logró durante algunos 20 años.

Me cuestiono qué sentirá Palomares al estar sin Martha y sin su hijo en este febrero, mes del año en que los enamorados de secundaria expresan amor en su forma más pura; pero también quisiera saber qué sentirá Martha, al haber tenido una segunda oportunidad con Mariano, y que ahora este la juzgue loca.

Por las fotos de su perfil social, he visto que la ex de mis dos amigos conserva bonita figura. Ahora que cortó con Mariano se hizo arreglos en la nariz y utiliza frenos, aunque su sonrisa siempre ha sido linda. También luce un nuevo corte de cabello. En uno de sus estados acabo de ver que para nuestra cita del día de hoy, se ha puesto un vestido entallado y zapatos de tacón.




Estoy nervioso. Falta media hora para la consulta…

—¿Martha?

—Marco, estoy a dos cuadras.

—Oye, mira, una disculpa. Tengo un compromiso urgente de última hora. No podré atenderte.

—No me digas eso, ya estoy casi a la vuelta.

—Por cierto, feliz 14 de febrero. Mil disculpas. Un beso, Martha.

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