La extracción AD-3 —su nombre técnico—, más conocida como cura del corazón roto, consiste en retirar el material causante del dolor mediante un campo magnético. Los pacientes, en la mayoría jóvenes, acuden desesperados a las clínicas de extracción, en donde un dispositivo se acerca a su pecho con el magnetismo suficiente para atraer el material objetivo. Los famosos conductores son absorbidos en el proceso, y un par de horas más tarde el corazón queda libre de todo pesar, listo para amar nuevamente. Una vez saturado el dispositivo de extracción, el material metálico es desechado en un contenedor similar a la bolsa de una aspiradora.
Aunque el costo de la sesión no es inalcanzable, solo pocos son los que logran someterse múltiples veces a la cura del corazón cada vez que enfrentan un duelo. Los pacientes con menos recursos logran obtener una extracción por medio de un préstamo con alto interés, provocando en algunos casos una deuda eterna, dejándolos sin otra alternativa más que vivir para pagar sus tratamientos. Muchos de ellos invierten todo su esfuerzo en conseguir un crédito que les podría tomar el mismo tiempo que si quisieran invertir en una sanidad natural.
La búsqueda de la felicidad inmediata ha traído consigo efectos secundarios inesperados.
Médicos, psicólogos e incluso ambientalistas han unido fuerzas para detener esta aplicación, advirtiéndonos lo que nos espera. Cada día se levantan más movimientos en contra de esta práctica médica sentimental, cada uno de ellos con un argumento distinto. Por ejemplo, ¿qué nos quedará por amar el día en que nos alcance el inmenso y pesado basural donde están amontonados todos nuestros conductores?
Me gustó la idea de tratar de "simplificar" nuestra vida sin ver las consecuencias.
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